sábado, 31 de mayo de 2014

Vicente el elefantito (Erwin Moser)

Había una vez un elefantito que nació muy pequeño.
¡No, él no era pequeño, era diminuto! Era tan diminuto, que casi no se le podía llamar elefante.
Sin embargo, tenía una trompa larga y unas orejas grandes y parecía un elefante. Después de todo, era un elefante.

Dos días después de nacer, el elefantito diminuto se perdió en la hierba.
Sus padres lo buscaron muy afanados, pero no lo encontraron más.
La manada de elefantes continuó su camino, y los padres del diminuto elefantito, tristemente, tuvieron que darse por vencidos en su búsqueda.

Vicente estaba acostado, durmiendo debajo de una hoja  grande. Cuando el sol estaba en lo alto, se despertó.
Vicente miró a su alrededor y se dio cuenta de que algo le faltaba. Él  no podía describir exactamente  qué era, pero de pronto se sintió muy solo en el mundo.

Vicente se levantó y empezó a buscar lo que le hacía falta. Entonces se encontró con una abeja que comía miel.
Le pareció que la abeja era muy parecida a él, ya que ella también tenía una trompa.
Lleno de alegría, Vicente se lanzó sobre ella, pero la abejita se asustó y salió volando.
Vicente se quedó mirándola decepcionado.
Él continuó su camino y llegó al bosque. Allí vio un caracol. Vicente enroscó su trompa y así se veía como un caracol.
-¡Hola!- le dijo con timidez, pero el caracol no salió de su casita. Entonces Vicente supo que tenía que irse y continuar su búsqueda.
Vicente se encontró con cuatro grillos y un sapo. Los cinco formaban un grupo de música.
-Ja, ja ¿quién eres tú?- le preguntó un grillo a Vicente.
-¿Puedes tocar música con tu larga trompa?
-No lo sé- respondió el elefantito.
-¡Intenta soplar!- exclamó el sapo-.Esa trompa se parece mucho a una trompeta.
Entonces Vicente sopló con su trompa y se escuchó un claro tono de trompeta.
¡Los grillos y el sapo estaban entusiasmados!
Precisamente les hacía falta una trompeta en el grupo.

Durante las siguientes semanas, Vicente anduvo con el grupo de músicos por todo el campo.
Tocaron música para matrimonios de mariposas y ofrecieron muchos conciertos nocturnos.
Vicente tocaba con su larga trompa y estaba feliz de estar con los músicos.
Él creyó que había encontrado lo que algún día había perdido.
Pero en la tercera semana se tuvo que separar de los grillos y el sapo.
su trompa era cada vez más fuerte. Tan fuerte, que ya no se escuchaba el silbido de los grillos ni el croar del sapo. ¡Vicente había crecido un poco más y por eso su trompeta sonaba tan fuerte!
se dio cuenta de que no podía seguir tocando con el grupo y se despidió de los músicos.
Vicente estaba triste, porque  estaba solo otra vez.
Continuó su camino hacia la estepa y se encontró con un nido de avestruz.
De lejos, los huevos de avestruz se veían como pequeños elefantes.
Pero no tenían trompa y tampoco podían hablar.
Vicente se acostó y se acomodó cerca de los huevos.
Después de un rato, continuó su camino. Llegó a un río, se sentó en la orilla y miró el agua con melancolía.
Dos ratones habían estado observando al elefantito.
-¿Por qué estás triste? - le preguntaron
-Ah, la verdad no lo sé- suspiró Vicente.
Entonces los ratones tomaron colores y pinceles y pintaron dibujos sobre la piel de Vicente.
-¡Los colores son buenos para animarse!- dijeron.
Vicente observó su imagen reflejan en el agua, pero eso tampoco ayudó.

Vicente continúo caminando por la orilla del río y vio un ave volando sobre el agua.
Vicente quería saber si él también podía volar sobre el agua y se subió a un árbol. Saltó del árbol y se lanzó al río.
Una tortuga lo salvó de ahogarse.
-Súbete sobre mi espalda- le dijo-. Y ahora cuéntame por qué te lanzaste al agua.
Entonces Vicente le contó todo lo que sabía sobre él mismo. Y lo que sabía era muy poco.
La tortuga era muy sabia y amable. Nadó con Vicente hasta la orilla del río, donde había una familia de cerditos.
 El señor y la señora cerdito no tenían hijos y se alegraron mucho cuando vieron que la tortuga les traía al elefantito. Vicente se sintió muy bien con los cerditos. Eran muy, muy cariñosos con él, y eso era lo que le estaba haciendo falta.
 ¡Además eran redondos y tenían orejas grandes y una trompa!
 No pasó mucho tiempo antes de que Vicente llamara "papá y mamá" a los dos cerditos.
 Él quería  quedarse con ellos para siempre.
A veces, en la noche, los cerditos hablaban de él.
-¿Debemos decirle que él no es nuestro hijo y que en realidad es un elefante?- preguntó el cerdito.
-No- respondió la señora cerdita después de pensar largo rato-.No, todavía no. Quizás más adelante, mucho más adelante.
 Pero pensándolo bien, eso no tenía ninguna importancia, ¿no es cierto?



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