domingo, 27 de octubre de 2013

El regalo mas importante de todos (Por David Conway / Karin Littlewood)

Había una vez una niña llamada Ama quien vivía en una aldea situada en las afueras de un gran valle, en África. La mamá de Ama  iba a tener un bebé y Ama  estaba esperando las noticias en el jardín de la aldea.

-"Tienes un hermanito,"- dijo la abuela Sisi, con una cálida sonrisa, cuando llegó a la huerta de las aldeas,-" y su nombre es Azizi, querida"
El arco iris de mariposas que revoloteaba en el estómago  de  Ama ahora se convertiría en emoción.
-¡Tengo un hermano menor!-pensó.

Esa tarde las personas de la aldea llegaron con regalos para celebrar el nacimiento de Azizi.
Ama también quería darle un regalo.
-"Dale amor", - dijo la abuela Sisi-, "ese es el regalo más importante de todos"

Esa noche Ama soñó acerca de ese importante regalo llamado "amor" que ella podría dar a su nuevo hermanito. Soñó que era tan suave como una blanca nube para que el bebé Azizi pudiera dormir sobre ésta...
...luego, que era tan brillante como una resplandeciente estrella que siempre lo mantendría lejos de la oscuridad.

A la mañana siguiente, después de que Ama había ido a traer agua del pozo, se internó en el gran valle en busca de su importante regalo.
Ama caminó y camino. A su paso encontró un pájaro tejedor parado en la rama de un árbol de acacia. Ama
le preguntó al pájaro tejedor, si sabía dónde podía ella encontrar el importante regalo llamado "amor".
Pero el pájaro tejedor no sabía.

Ama siguió caminando. por el camino encontró una jirafa masticando hojas de arbusto espinoso. Ama le preguntó a la jirafa si sabía  dónde podía encontrar el importante regalo llamado "amor".
Pero la jirafa no sabía.

De nuevo, Ama siguió caminando y buscando; por el camino ella encontró un viejo y sabio león descansando en el tibio sol de la tarde. Ama le preguntó al viejo y sabio león si  sabía dónde podía encontrar el importante regalo llamado "amor".

-"Yo no te puedo decir eso",- dijo el viejo y sabio león, estirando su anciano cuerpo-,"pero tan seguro que como el olor de la lluvia que es transportado por el viento seco, tú siempre reconocerás "el amor"
cuando hayas encontrado"...

Ama siguió buscando, buscando y buscando pero la noche empezó a caer y, sin saber el camino de regreso a la aldea, ella se sentó en el tronco de un árbol de Baobab  y decidió esperar hasta la mañana siguiente.

Estaba empezando a extrañar a su familia, la calidez de la sonrisa de su abuela, las cariñosas manos de su padre y los reconfortantes brazos de  su mamá, que cariñosamente la acunaban para dormir.

Toda la noche Ama espero que el sol despertara sus sueños.
entonces, desde un rayo de luz de la mañana, que coloreaba el paisaje como una brocha, Ama notó que caminaba hacia ella.
Al principio, Ama  no podía distinguir qué era,  pero cuando se acercó más y más...
...fue cada vez más y más claro.
Para sorpresa y absoluta felicidad de Ama, vio que era papá quien había salido en su búsqueda.

Ama salió desde abajo del árbol baobab y corrió a los brazos de su padre.
El papá de Ama, estaba tan aliviado de encontrarla que lloró lágrimas de alegría y llevó en sus brazos a Ama, todo el camino de vuelta a la aldea.

La familia de Ama estaba tan feliz de tenerla de nuevo en casa que, esa tarde celebraron con una comida de galletas y bollos fritos que abuela Sisi había preparado.

Entonces, cuando la familia de Ama había terminado su comida, comenzaron a aplaudir y cantar canciones.
Canciones acerca del nacimiento de un nuevo niño y canciones acerca de encontrar a los perdidos...
...y así como las canciones llenaban la choza y la noche africana, y se mezclaba con las estrellas...
...en algún lugar lejano del gran valle, un viejo y sabio león estiró su anciano cuerpo y olfateó el aire de la oscura noche, porque había algo en él, algo tan seguro como el descubrimiento del regalo del
amor...
...y entonces vino la lluvia.

viernes, 25 de octubre de 2013

El tamborilero (Por:Sheenaaz y Chistopher Corr)

Había una vez un muchachito llamado Ghopal, cuyos ojos grandes y amables se iluminaban al sonreír.
Vivía con su madre en una cabaña de una aldea de Gujarat.
Desde que Ghopal había visto tocar a los tamborileros en el garba
durante las fiestas de Navaratri, deseaba mucho, pero que mucho, tener un tambor.
Se levantaba todos los días antes del amanecer y se apresuraba a terminar sus tareas. Recogía las boñigas del establo que estaba junto a la cabaña, les daba forma de torta y las extendía al aire libre para secarlas.
Después las metía en un cesto y las llevaba al patio, para alimentar la lumbre donde su madre cocinaba.

Su madre se ganaba la vida haciendo harina para los tendederos que después la vendía en paquetitos. Mientras ella molía el grano, Ghopal se transformaba en tamborilero. Se sentaba en el suelo de la tierra, colocaba el balde de lata bocabajo entre sus piernas y tamborileaba con los dedos.
Podía tocar cualquier cosa. De la tierra, los temblores, del mar, los oleajes; del aire, los vendavales. Y al tocar, cantaba:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

-¡Gho-pal , Gho-pal, Gho-pal!- gritaba su madre para recordarle que siguiera con sus tareas.
al tercer grito, él se levantaba.

Cuando ordeñaba la búfala, escuchaba el son del tambor:
¡Tac dama dum dum dum! cuando iba a por agua hasta el pozo de la aldea, lo escuchaba durante el camino entero: ¡Tac dama dum dum dum!  Por la noche, cuando todo se quedaba en silencio, el son seguía sonando: ¡Tac dama dum dum dum!

Un día Ghopal vio que si madre parecía contenta y decidió que era un buen momento para decírselo:
- Mamá, quiero comprar un tambor.
-¿Un tambor?- las cejas de su madre se levantaron-. ¿Y qué ibas a hacer tú con un tambor?
- preguntó-. Con un tambor no te vas a llenar el estómago.- Juguetona, le pellizcó la nariz.
 Ghopal se mordisqueó el labio inferior. ¿Cómo podría describir el bum bum, bota que sentía en el pecho cuando escuchaba el sonido de un tambor?
¿ Cómo podía explicar  la magia del toc, toc, toca que le cosquilleaba en los dedos?
Él quería llenar su corazón, no su estómago. Se obligó a sonreír para no disgustar a su madre.
 Ella le dio unas palmaditas en la cabeza.
-Mira cuánta harina me ha sobrado hoy-dijo-.
Te voy a hacer unas pakoras de rechupete.
Su madre peló y partió en rodajas patatas, cebollas y berenjenas y las rebozó en la masa de harina. Después
las echó con suavidad al aceite que chisporroteaba en la sartén.
 El olor de las especiadas pakoras se le coló a Ghopal por la nariz. A él le encantaban esos buñuelos dorados y crujientes, pero comió poco.
Estaba muy ocupado ideando un plan. Envolvió las pakoras sobrantes en un paño y se las metió en el bolsillo. Pronto conseguiría un tambor  propio.
 Salió par el mercado y, de camino, se encontró con una alfarera  que llevaba un crío lloroso a la espalda.
Ghopal sintió pena por él.
-¿Tienes hambre?- le pregunto sacando las  pakoras del bolsillo-. Ten, toma alguna.
 El niñito dejó de llorar y empezó a comer.
 Ghopal dobló el paño sobre las pakoras restantes y se las guardó de nuevo. Aún  le quedaban muchas para su plan.
-Eres muy amable- le dijo la alfarera, y le besó el dorso de la mano-.No puedo pagarte porque no he vendido nada. ¿Aceptarás un cántaro?
Ghopal no quería una vasija de barro, pero se había sentido  muy satisfecho cuando el niñito hambriento le sonrió entre lágrimas. Dio las gracias a la señora y siguió adelante. Aún le quedaba un largo camino por recorrer antes de llegar al mercado. Tamborileando sobre el cántaro con los dedos, se puso a cantar:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al poco rato el sol caía implacablemente y la garganta de Ghopal se quedó tan seca como el camino de barro cuarteado. Se alegró de llevar al cántaro, porque con él podía recoger agua de un arroyo que gorgoteaba. Mientras lo llenaba vio a un hombre muy enojado que le gritaba a su esposa:
-¡Has roto el cántaro!
-Lo siento. Se me ha caído. Ha sido sin querer.-La pobre lavandera sollozaba con el rostro entre las manos. A sus pies estaban los trozos del cántaro roto.
-¿Y ahora que hacemos, eh? ¿Cómo vamos a recoger agua?
-El marido blandió el puño ante la asustada esposa.
Ghopal sintió pena por ella, Bebió el agua de su cántaro a toda prisa y se acercó a la mujer.
-Tenga el mío. Ya no lo necesito-dijo.
La lavandera lo miró incrédula.
_Que ojos mas grandes y amables tienes.-La mujer se quitó el chal se lo entregó-. Bendito seas. acepta esto como pago, por favor.

 Era un vistoso chal tejido con lana de muchos colores. Ghopal no quería un chal, pero lo aceptó educadamente y le dio las gracias. Se envolvió alrededor del cuello y siguió su camino cantando:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al poco rato se cruzó con un rico mercader montando en un semental blanco. Al ver el chal del chico, el mercader se detuvo.
- Muchacho, ¿dónde has comprado ese chal tan bonito?- preguntó-. A mi esposa enferma le encantaría. Le acabo de comprar una docena en el mercado, pero ninguno es tan lindo como el tuyo.
 Ghopal se imaginó a la esposa del mercader yaciendo adolorida en la cama y sintió pena por ella. 
Dijo  que se lo había dado una lavandera y que seguramente lo habría tejido ella misma.
_Tenga señor. Dele mi chal a su esposa.- Se lo quitó y se lo entregó al mercader.
-Bendito seas, amable muchacho.- El sorprendido mercader se lo agradeció efusivamente.-¿Aceptarías mi caballo en pago por tu chal?
Ghopal no quería un caballo, pero asintió con la cabeza y lo aceptó. Subió al caballos blanco, se sentó sobre la silla de terciopelo rojo y siguió su camino cantando:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al lado del camino, a la sombra de unos limoneros, vio un ruidoso gentío reunido bajo un shimiana, un toldo rojo brillante sostenido por cuatro postes de bambú. ¡Se celebra una boda! Ghopal estaba ansioso por ver  a la novia.
 al acercarse sintio los fuertes olores del alcanfor y de la quema de madera de madera de sándalo. La bella novia estaba sentada y vestía un sari rojo adornado con guirnaldas de caléndula. Un tikka dorado, un adorno, coronaba su frente. Sus muñecas estaban cubiertas de brazaletes, y sus manos y pies lucían intrincados dibujos de henna. En un rincón ardía el pequeño fuego sagrado que los novios debían rodear mientras se prometían amor y respeto mutuos. Los bailarines representaban historias y los músicos tocaban muchos instrumentos, pero Ghopal sólo tenía ojos para los tambores. Su corazón suspiraba por uno.
 de improviso, un sacerdote con largo habito color azafrán se levantó para dirigirse a los asistentes.
-El novio se retrasa. ¡La posición de los astros va a a cambiar! habrá que cancelar la boda.
La novia se echó a llorar. Los invitados empezaron a murmurar:
-¿Qué podemos hacer?
Los tamborileros dejaron de tocar.
-¡Esperen! gritó Ghopal. Las cabezas se volvieron  para mirarle con atención-. Que la boda continúe; yo traigo al novio.
 Preguntó la dirección del joven y galopó como una centella.
Muy pronto regresó con el novio a la grupa. La novia quedó encantada.
-Amable muchacho, ¿cómo puedo recompensarte? ¿Ves algo que te guste?- le preguntó.
-Un tambor- dijo Ghopal de inmediato, mientras su corazón hacía bum.
 La novia sonrió.
-Pues tenemos muchos, muchos tambores- dijo, y pidió a los músicos que se los acercaran.
 Los había grandes y pequeños, duros y blandos, de todos los colores. la novia miró a Ghopal.
-Elije el que más te guste.
 A Ghopal se le iluminaron los ojos. Escogió  un gran bombo tan azul como el cielo. Le dio las gracias a la novia, montó en su caballo y allá que fue al mercado, traqueteo va, traqueteo viene, pensando que era el chico mas afortunado del mundo entero. Y todavía llevaba las pakoras en el bolsillo. Iba a venderlas, como había planeado. Y ahora que ya tenía el tambor, podría darle el dinero a su madre.
 El mercado era un hervidero de gente que vendía todo tipo de mercancías. Era ruidoso y oloroso.
Las avisapas y las moscas zumbaban. Ghopal gritaba:
-¡Pakoras! ¡Se venden pakoras !
No le oía nadie. Su voz se perdía entre el ajetreo y el bullicio. Se retiró avergonzado a un rincón. ¿Cómo podía lograr que la gente le hiciera caso? Empezó a tocar su tambor. Alternó la mano derecha con la izquierda y tocó cada vez más rápido. ¡Tac dam dum dum dum!
 Los golpes eran hipnotizadores y atraían a mucha gente; y la gente empozó a cantar y a bailar. Ghopal no tardó nada en vender sus pakoras.
 -Mmmm,muy sabrosas- decía la gente al comerlas.
Un hombre con un kurta bordado en oro se acercó a mirar.
-¿Cuánto vale ese tambor, chico?
-Lo siento, sahib. contestó Ghopal-.Mi tambor no está en venta.
Nunca se desprendería de él.
Al final del día Ghopal contó sus tintineantes monedas. Estaba deseando ver la cara de felicidad que pondría su madre. Recogió el tambor y montó en su caballo y, durante todo el camino a casa, fue cantando:

- Como tengo un bombo, un bombo, un gran bombo azul,
el corazón me hace bum, bum, bum.
¡Tac dama dum dum!
¡Tac dama dum dum!

Hilderita y Maximiliano (Por:Fernando Krahn)

Èranse una vez dos chinitas:
Hilderita Roja y
Maximiliano Amarillo.

Se encontraron en la copa
de un sombrero de copa.

Y se gustaron mucho.
Jugaban juntos.
Viajaban juntos.
Y se lo pasaban de maravilla.
Así que
un buen día decidieron casarse.

Todos sus amigos fueron a la boda.

La Reina de las abejas
los nombró
Marqués y Marquesa.

El Marqués Maximiliano
y la Marquesa Hilderita
se despidieron de sus amigos
y se fueron volando  por los aires.

-¿A dónde vamos?
- preguntó el Marqués Maximiliano
-A la Luna
-contestó la Marquesa Hilderita.

Y empezaron su viaje.

Pero, de pronto,
grandes nubes cubrieron el cielo.

Y una terrible tormenta los atrapó

Volaron a la rama de un árbol
y allí esperaron, sanos y salvos,
a que mejorara el tiempo.

Cuando desaparecieron las nubes,
 una grande y brillante estrella
les guiñó este mensaje:
¡Pronto serán papá y mamá!

Y nacieron diez hijitos.

Hilderita y Maximiliano tuvieron mucho trabajo
buscando un nombre para cada uno:
de izquierda a derecha,
Bruno, Ágata, Leonor, Jacinta,Gilda,
Josefa, Mimí, Cornelio, Lucrecia y Federico.

Mamá Hilderita
y papá Maximiliano
se olvidaron por completo
de su viaje a la Luna.

Eran felices
volando con sus niños
de una rama a otra rama,
de un árbol a otro árbol

El valle de la Niebla. Por: Arcadio Lobato

En un lejano país hay un profundo valle, cubierto siempre de niebla. Los habitantes de ese valle jamás han visto la brillante luz del Sol. Para ellos, la Luna y las estrellas son unas desconocidas.
Nadie ha subido nunca a las montañas para mirar qué hay al otro lado.
Los ancianos dicen a los adultos:
-No hay nada mas hermoso que nuestro país, y fuera de este valle no hay nada.
Los adultos dicen a los niños: -Todo lo que necesitamos está en nuestro valle, que es lo mas bello del Universo.
Los niños lo creen, y cuando son adultos y mas tarde ancianos, les dicen lo mismo a sus hjios y a sus nietos.
Así han transcurrido siempre los años y los siglos.

En el valle hay una fantástica ciudad llamada Bruma. Fuera de la ciudad vive Esteban con su abuelo. La gente dice cuando pasa por allí:
-Ahí viven esteban y su abuelo, el loco.
El abuelo afirma que detrás de las montañas hay un mundo brillante y lleno de color. Por eso los demás dijeron que estaba loco y lo echaron de la ciudad.
Esteban cree que lo que dice su abuelo es la verdad y quiere ayudarle a demostrarlo.
Pero su abuelo le explica un día:
- Esteban , yo ya soy muy viejo para subir a las montañas.
Algún día subirás tu y abrirás el camino de la luz. Pero antes debes crecer y ser fuerte para que nadie pueda detenerte.
Esteban  pensó es anoche: " Quiero que mi abuelo pueda ver la luz del Sol antes de que su vida termine".
Y se pone en camino mientras el abuelo duerme.
Está muy oscuro, pero Esteban  sigue adelante.

Oye el rumor del río, que le dice: "¡No vayas! Perderás el tiempo".
Esteban  no hace caso. Sigue adelante.
El búho le dice:"¡No vayas! Fuera de aquí no hay nada que hacer".
Esteban sigue adelante.
Los lobos le dicen "¡No vayas! ¡Perecerás!".
Esteban sigue adelante. tiene miedo, pero sigue siempre adelante.

Amanece. La niebla está muy clara.
Esteban ha llegado a lo alto de una montaña. Por primera vez en su vida ve el Sol naciente. Arriba, todavía lucen algunas estrellas.
Desde allí pueden ver las nubes pegadas al valle.
las torres de Bruma sobresalen por encima de la niebla.

Esteban vuelve a la ciudad, acude al Consejo de Ancianos y les dice:
-He visto un mundo lleno de color más allá de las montañas.
-¡No es cierto!- contestan los ancianos-. ¡Nuestra ciudad es lo único que existe! Además...¿quién eres tu?
Alguien grita:
-Es Esteban, que se ha vuelto tan loco como su abuelo.
Y todos ríen.
Esteban se enfada:
-¡Lo he visto y todos podéis verlos! Las torres de este palacio son más altas que la niebla: ¡subamos a ellas!
-¡Está prohibido subir a las torres! Hay grandes peligros.
¡Nadie ha subido nunca!- responden los ancianos.
-Pues alguien tiene que ser el primero en hacerlo!- contesta Esteban, y sale corriendo hacia las escaleras. es muy ágil, corre a toda velocidad.
Los ancianos corren tras él gritando:
-¡Detente o llamaremos a los guardias!
Esteban se asusta pero sigue adelante.

Vienen los guardias y le persiguen.Al principio van muy deprisa. Pero las armaduras pesan mucho y los guardias terminan por cansarse. Entonces gritan:
-¡Vuelve aquí o irás a la cárcel!
Esteban se da cuenta de que ya no lo cogerán y sigue adelante.

Cuando llegan todos a la torre mas alta, se quedan maravillados.
-¡Oh! ¡Ah! ¡Oh!- exclaman.
Era cierto. Esteban y su abuelo tenían razón. Ante ello se extiende un mundo brillante y lleno de color.
Esteban los deja tan contentos y vuelve a  su casa. Quiere contarle a su abuelo todo lo que ha pasado. El abuelo lo escucha lleno de alegría y después Esteban se va a dormir porque está muy cansado.


Pasó el  tiempo. La ciudad de la niebla envió caravanas más allá del horizonte, y así los habitantes de Bruma conocieron el Sol.
También llegaron viajeros de extraños países que alabaron las bellezas de la ciudad.

En una casita en lo  alto de la montaña, donde la luz y la niebla se besan, viven ahora Esteban y su abuelo.
La gente dice cuando pasa por allí:
-Allí viven Esteban y su abuelo, el sabio.


La noche de las estrellas. por: Douglas Gutierrez / María Fernanda Olvia

Hace mucho tiempo, en un pueblo que no está ni cerca ni lejos, si no mucho mas allá, vivía un señor al que no le gustaba la noche.
Durante el día, a la luz del sol, el señor disfrutaba tejiendo sus cestas, cuidando sus animales y regando su huerto. A veces, mientras descansaba, se ponía a cantar. Pero cuando el sol se ocultaba destrás de la montaña, el señor al que no le gustaba la noche se entristecía. Todo a su alrededor  se iba poniendo gris, oscuro y negro.
- Otra vez la noche. ¡Que fastidio con la noche!
El señor guardaba sus animales, recogía las cestas, encendía la lámpara y se encerraba en su casa. A veces, se asomaba por la ventana, pero no había nada que ver en la noche negra. Entonces, apagaba la lámpara y se acostaba a dormir.
Una tarde, cuando el sol ya desaparecía, el señor decidió subir a la montaña. la noche venía tapando el cielo azul. El señor escaló hasta la punta del cerro mas alto y desde allí gritó.
- Mira, noche. Párate.
Y la noche paró un momento.
N - ¿Què pasa? preguntó con voz suave y ronca.
-Noche, tú no me gustas. Cuando tú llegas, se va la luz y se van los colores. Sólo queda la oscuridad.
- Tienes razón- respondió la noche-. Así es.
- Dime, ¿ a dónde te llevas la luz?
N- Bueno, la luz se esconde detrás de mí. No puedo hacer nada. Lo siento.

Y la noche terminó de estirarse y tapó de negro todas las cosas.
El señor bajó la montaña y se acostó a dormir.
Pero no pudo dormir. Recordaba su conversación con la noche.
Al día siguiente trabajó muy poco, pensando y pensando en las palabras de la noche.
Y esa tarde, cuando la luz volvió a desaparecer, dijo:
-Ya sé lo que tengo que hacer.

Subió una vez mas a la montaña. La noche era un inmenso toldo negro que lo cubría todo.
Cuando llegó hasta la punta del cerro más alto, el señor se empinó, alzó su mano y hundió
un dedo en el cielo negro. Un agujerito se abrió y brilló un puntito de luz. El señor al que no le gustaba la noche se puso contentísimo. Abrió aguijeritos por todas partes y en todas partes brillaron puntitos de luz.

Maravillado, apretó la mano, y de un golpe metió el puño entero. Entonces, se abrió un hueco enorme por donde se asomó una luz grande y redonda como una naranja.
La luz que se escapaba por los agujeros de la noche bajó por la montaña, y un brillo tenue y plateado iluminó los campos, las casas, la iglesia y la plaza.

Esa noche nadie durmió en el pueblo.

Desde entonces, cuando el sol se va, el cielo se llena de luces y la gente puede quedarse hasta muy entrada la noche mirando la luna y las estrellas.

jueves, 24 de octubre de 2013

Epaminondas (por: Pepe Maestro / Mariona Cabassa)

Erase una vez
Una mamá negrita que un día tuvo un niño
y nada mas verlo exclamó:
- Este niño me ha salido bobo.
¡bobo, bobo y bobo!
Lo miró por arriba y por abajo,
lo miró del derecho y del revés...
y finalmente dijo:
-Mira, mi niño, vas a echar de menos muchas cosas en la vida,
vas a pasar un sinfín de calamidades, pero lo que nunca te va a faltar
es un buen nombre.

Fue directamente al calendario y buscó el nombre mas raro que pudo.
-Te llamarás... EPAMINONDAS.
El niño, recién nacido, abrió sorprendido los ojos y preguntó:
-¿Cómo?
Y la mamá volvió a repetirle:
-EPAMINONDAS.

EPAMINONDAS siempre vestía con un sombrerito
y unos tirantes, y caminaba con las piernas un poquito abiertas.
Tenía la suerte de que su madrina, cada vez que iba a visitarla, le hacía un regalo.
Uno de esos día, su madrina mostrándole un bizcocho, le advirtió:
- Mira EPAMINONDAS, lo que te he cocinado.
Agárralo bien fuerte, no se te vaya a caer por el camino.

Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo  pero muy obediente, agarró
aquel bizcocho y lo apretó tan fuerte, tan fuerte, que al llegar a casa, abrió
las manos y ...¡el bizcocho no estaba!
Se le había ido desmigando por el camino.
La madre, al verlo, le reprendió:
- Pero EPAMINONDAS, ¿Qué has hecho de la inteligencia que te dí?
el bizcocho te lo tienes que poner en la cabeza, colocar encima el sombrerito
e ir caminando muy despacito para que no se te caiga.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
-Si, mami!.

Al día siguiente, EPAMINONDAS fue de nuevo a casa de su madrina que lo estaba esperando:
- Buenos días, EPAMINONDAS. Vas a ver lo que te he hecho hoy: esta mañana
he madrugado, he ordeñado la vaca y te he preparado este apetitoso
trozo de mantequilla.
El niño iba a llevársela  cuando se acordó de las palabras de su madre.
Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo pero muy obediente, tomó
la mantequilla, se la puso en la cabeza, colocó encima el sombrerito y se fue andando muy despacito para que no se le cayera.

Resultó que ese día hacía un calor increíble.
EPAMINONDAS llegó a su casa y, al quitarse el sombrero, la mantequilla ya no estaba en la cabeza, ¡estaba  derretida por todo su cuerpo!
La madre, al verlo, lo reprendió:
-Pero EPAMINONDAS, ¿qué has hecho de la inteligencia que te he dì?
La mantequilla la tienes que envolver en hojitas de parra y, después, debes meterla en todos los charquitos y fuentes que encuentres para que no se derrita.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
¡ Si, mami!.

Al día siguiente, volvió a casa de la madrina que, esta vez, le regaló al niño un perrito.
A EPAMINONDAS, que siempre había soñado con tener uno, le encantó el regalo.
Iba a llevárselo, cuando se acordó de las palabras de su madre.
Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo pero muy obediente, sostuvo al perro,lo envolvió
en hojitas de parra y lo fue sumergiendo en todos los charcos y las fuentes que encontró...
Para que no se derritiera.

Al llegar a casa, el pobre perrito estaba tiritando.
La madre, después de secar al pobre animal.
Lo reprendió:
-Pero EPAMINONDAS, ¿Qué has hecho de la inteligencia que ti?
A los perritos les tienes que poner una cuerdecita en el cuello y guiarlos con mucho cuidado para que no se ahoguen.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó.
-¡Si, Mami!

Al día siguiente, cuando la madrina le ofreció una hoganza de pan,EPAMINONDAS la agarró,
le puso una cuerdecita y a fue arrastrando con mucho cuidado, para que no se ahogara.
Al llegar a casa, el pan estaba en un estado lamentable.
La madre, al verlo, se le acercó gritando:
-Pero, EPAMINONDAS, ¿qué has hecho de la inteligencia que te di? ¿Sabes què te digo?
¡Que ya no irás más a la casa de tu madrina!
¡A partir de ahora iré yo y tu te quedarás aqui.
En casita, esperando!
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
-¡Si, mami!.

Al día siguiente, la madre  lo previno:
-Mira EPAMINONDAS, voy a ir a la casa de tu madrina.
Si sales por cualquier motivo, cuídate mucho de pisar las magdalenas
que he dejado en la entrada para que le dé el aire.
EPAMINONDAS se quedó en su casa cazando moscas. Y cuando uno caza moscas  tarde o temprano, le entran las ganas de hacer pipí.
Así que salió al campo para hacerlo y vio frente a la puerta las magdalenas.

El niño se acoró de la frase de su madre:
" Cuidate mucho de pisar las magdalenas".
Y EPAMINONDAS, cuidándose mucho, pisó todas y cada una de las magdalenas
que había en la entrada.
Cuando la madre llegó, no sabemos muy bien lo que le dijo, pero fuera lo que
fuese, seguro que EPAMINONDAS contestó:
-¡ Si, mami!.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado




Yamina (de: Paul Geraghty)

Un día, muy de mañana, Yamina salió con su abuelo en busca de la miel. Suiguieron al pájaro de la miel y se metieron en la maleza.
-¡Quiero ver elefantes!- exclamó Yamina-.Abuelo, ¿tú crees que los veremos?
-Si los vieras, estarías de suerte- dijo el anciano-. Desde que llegaron los cazadores, ya no se ven muchos.
¡Cazadores!- a Yamina le brillaban los ojos-. Yo seré cazadora.
Yamina se puso a jugar a los cazadores. Disparó al poderoso elefante; siguió la pista a una rinoceronte hasta penetrar en la selva, muy adentro, y acechó a soberbios leones.
 De pronto se giró para ver a su abuelo. Pero había correteado demasiado por la maleza  y había perdido de vista al anciano y al pájaro de miel.
 Yamina gritó, pero no hubo respuesta: sólo silencio.
Entonces, Yamina oyó un sonido traído de lejos por el viento. Un grito triste y desesperado que le encogió el corazón. Yamina contuvo el aliento y escuchó.

Yamina miró hacia lo alto.Los buitres, en el cielo, planeaban en círculo, y Yamina presentía el peligro por todas partes.
-No vayas nunca sola por la maleza- le habían advertido sus padres. Pero el sonido era tan lastimero que Yamina decidió continuar. Y bajo el sofocante calor del mediodía, siguió caminando, cada vez más y más lejos...
...hasta que llegó a un claro. Allí descubrió a un pequeño elefante que intentaba en vano despertar a su madre. habían sido los cazadores, y como Yamina, el elefantito estaba perdido y atemorizado.
-No llores, pequeño- le susurró.
Yamina ladeó la cabeza para escuchar. Quizás el resto de la manada estuviera cerca. Pero lo único que oyó, en pleno calor, fue el ruido inacabable de los insectos.

Yamina sabía que el bebé elefante no sobreviviría solo, así que intentaría llevárselo a casa, y a lo mejor encontraría a su familia por el camino.
Pero el bebé tenía mucho miedo.
-No soy ningún cazador- le dijo Yamina con dulzura.
Durante largo tiempo estuvo hablando al elefante hasta que éste se calmó y acarició a la niña con su trompa.

Yamina se levantó y anduvo unos pasos. Débil y tambaleándose, el bebé la siguió, agobiado por el ardiente calor. Entonces empezó a llover, y, refrescado por el agua, el elefante encontró fuerzas para seguir. A veces resbalaban y avanzaban con dificultad, pero seguían caminando a través de la tormenta.
Cuando se alejaron las nubes, el bebé se excitó, y por un momento Yamina creyó oír elefantes. Pero al detenerse a escuchar se dio cuenta de que sólo se trataba del susurro del viento entre la hierba. Durante un buen rato, el elefante no se movió. Después, triste y silencioso, continuó avanzando.
-Si algún día te pierdes- le había dicho su abuelo- sigue las manadas del atardecer; las manadas te llevarán al río. Y nuestra casa está al otro lado.
Pasó mucho tiempo hasta que Yamina y el elefante encontraron la manda de cebras que atravesaba el llano. La niña y el bebé se unieron a los sedientos animales en la calurosa tarde.

Llegaron al río al ponerse el sol. Pero unos ojos ocultos les miraban desde el agua y Yamina presintió el peligro.
-No es seguro atravesar por aquí, pequeño- dijo la niña -. Hay que seguir andando.
al girarse, Yamina creyó ver elefantes en el horizonte. Parpadeó y forzó la vista, pero sólo eran acacias que brillaban en la brumosa calor.

Yamina y el elefante prosiguieron su camino, pero pronto el bebé empezó a quedarse atrás.
-Haz un esfuerzo- le pidió Yamina. Pero el bebé estaba demasiado cansado para continuar. Mientras le esperaba, Yamina pensó en su madre. Si pudiera llamarla...Sus padres pronto comenzarían a preocuparse, y no tardarían en salir a buscarla. El pequeño elefante sollozó. No tenía madre a quien llamar. Yamina le acarició con suavidad.
-¡ Escucha !- le susurró al elefante. Se oían voces."¡Mis padres!", pensó la niña.

Pero las negras siluetas que vio en la distancia no eran sus padres.
-¡Cazadores furtivos!- exclamó en voz baja. Ahora Yamina tenía  la sensación de ser también ella una presa.
Rezó para que el pequeño no gimiera. Pero el elefante presintió el peligro y permaneció inmóvil como una piedra hasta que los cazadores se alejaron.
Al oscurecer, los gritos y aullidos de las criaturas de la noche provocaron que un escalofrío recorriera la espalda de Yamina. La niña se arrimó al elefante, y se pegó a él llena de miedo cuando resonó muy cerca un profundo y terrorífico rugido de alguna fiera hambrienta.
Cuando Yamina esperaba ser devorada, recordó de nuevo las palabras de su abuelo.
- Si alguna vez estás en peligro- le había dicho-, no pierdas las esperanza.
Así que Yamina le hizo caso, cerró los ojos y pensó en sus padres.

Pero lo que vio fueron elefantes. Su mente estaba llena de grandes manadas de otros  tiempos. Los enormes colmillos que su abuelo había visto en su juventud. Sombras gigantes de elefantes moviéndose como fantasmas a través de la sabana.
Yamina oyó muy cerca su profundo y tranquilizados murmullo.

Cuando Yamina abrió los ojos, estaba rodeada de elefantes, como si les hubiera llamado en su sueño. Yamina no tenía miedo.
-Llevaos al pequeño- dijo-. Y cuidadlo.

Al amanecer, la madre de Yamina la encontró durmiendo sobre la hierba.
-Estaba  jugando a cazar y me perdí- dijo Yamina.
La niña anduvo muy cerca de su madre durante todo el camino de vuelta a casa.
-Nunca seré cazadora- se dijo  para sí muy bajito cuando llegaron al poblado.