viernes, 25 de octubre de 2013

El tamborilero (Por:Sheenaaz y Chistopher Corr)

Había una vez un muchachito llamado Ghopal, cuyos ojos grandes y amables se iluminaban al sonreír.
Vivía con su madre en una cabaña de una aldea de Gujarat.
Desde que Ghopal había visto tocar a los tamborileros en el garba
durante las fiestas de Navaratri, deseaba mucho, pero que mucho, tener un tambor.
Se levantaba todos los días antes del amanecer y se apresuraba a terminar sus tareas. Recogía las boñigas del establo que estaba junto a la cabaña, les daba forma de torta y las extendía al aire libre para secarlas.
Después las metía en un cesto y las llevaba al patio, para alimentar la lumbre donde su madre cocinaba.

Su madre se ganaba la vida haciendo harina para los tendederos que después la vendía en paquetitos. Mientras ella molía el grano, Ghopal se transformaba en tamborilero. Se sentaba en el suelo de la tierra, colocaba el balde de lata bocabajo entre sus piernas y tamborileaba con los dedos.
Podía tocar cualquier cosa. De la tierra, los temblores, del mar, los oleajes; del aire, los vendavales. Y al tocar, cantaba:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

-¡Gho-pal , Gho-pal, Gho-pal!- gritaba su madre para recordarle que siguiera con sus tareas.
al tercer grito, él se levantaba.

Cuando ordeñaba la búfala, escuchaba el son del tambor:
¡Tac dama dum dum dum! cuando iba a por agua hasta el pozo de la aldea, lo escuchaba durante el camino entero: ¡Tac dama dum dum dum!  Por la noche, cuando todo se quedaba en silencio, el son seguía sonando: ¡Tac dama dum dum dum!

Un día Ghopal vio que si madre parecía contenta y decidió que era un buen momento para decírselo:
- Mamá, quiero comprar un tambor.
-¿Un tambor?- las cejas de su madre se levantaron-. ¿Y qué ibas a hacer tú con un tambor?
- preguntó-. Con un tambor no te vas a llenar el estómago.- Juguetona, le pellizcó la nariz.
 Ghopal se mordisqueó el labio inferior. ¿Cómo podría describir el bum bum, bota que sentía en el pecho cuando escuchaba el sonido de un tambor?
¿ Cómo podía explicar  la magia del toc, toc, toca que le cosquilleaba en los dedos?
Él quería llenar su corazón, no su estómago. Se obligó a sonreír para no disgustar a su madre.
 Ella le dio unas palmaditas en la cabeza.
-Mira cuánta harina me ha sobrado hoy-dijo-.
Te voy a hacer unas pakoras de rechupete.
Su madre peló y partió en rodajas patatas, cebollas y berenjenas y las rebozó en la masa de harina. Después
las echó con suavidad al aceite que chisporroteaba en la sartén.
 El olor de las especiadas pakoras se le coló a Ghopal por la nariz. A él le encantaban esos buñuelos dorados y crujientes, pero comió poco.
Estaba muy ocupado ideando un plan. Envolvió las pakoras sobrantes en un paño y se las metió en el bolsillo. Pronto conseguiría un tambor  propio.
 Salió par el mercado y, de camino, se encontró con una alfarera  que llevaba un crío lloroso a la espalda.
Ghopal sintió pena por él.
-¿Tienes hambre?- le pregunto sacando las  pakoras del bolsillo-. Ten, toma alguna.
 El niñito dejó de llorar y empezó a comer.
 Ghopal dobló el paño sobre las pakoras restantes y se las guardó de nuevo. Aún  le quedaban muchas para su plan.
-Eres muy amable- le dijo la alfarera, y le besó el dorso de la mano-.No puedo pagarte porque no he vendido nada. ¿Aceptarás un cántaro?
Ghopal no quería una vasija de barro, pero se había sentido  muy satisfecho cuando el niñito hambriento le sonrió entre lágrimas. Dio las gracias a la señora y siguió adelante. Aún le quedaba un largo camino por recorrer antes de llegar al mercado. Tamborileando sobre el cántaro con los dedos, se puso a cantar:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al poco rato el sol caía implacablemente y la garganta de Ghopal se quedó tan seca como el camino de barro cuarteado. Se alegró de llevar al cántaro, porque con él podía recoger agua de un arroyo que gorgoteaba. Mientras lo llenaba vio a un hombre muy enojado que le gritaba a su esposa:
-¡Has roto el cántaro!
-Lo siento. Se me ha caído. Ha sido sin querer.-La pobre lavandera sollozaba con el rostro entre las manos. A sus pies estaban los trozos del cántaro roto.
-¿Y ahora que hacemos, eh? ¿Cómo vamos a recoger agua?
-El marido blandió el puño ante la asustada esposa.
Ghopal sintió pena por ella, Bebió el agua de su cántaro a toda prisa y se acercó a la mujer.
-Tenga el mío. Ya no lo necesito-dijo.
La lavandera lo miró incrédula.
_Que ojos mas grandes y amables tienes.-La mujer se quitó el chal se lo entregó-. Bendito seas. acepta esto como pago, por favor.

 Era un vistoso chal tejido con lana de muchos colores. Ghopal no quería un chal, pero lo aceptó educadamente y le dio las gracias. Se envolvió alrededor del cuello y siguió su camino cantando:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al poco rato se cruzó con un rico mercader montando en un semental blanco. Al ver el chal del chico, el mercader se detuvo.
- Muchacho, ¿dónde has comprado ese chal tan bonito?- preguntó-. A mi esposa enferma le encantaría. Le acabo de comprar una docena en el mercado, pero ninguno es tan lindo como el tuyo.
 Ghopal se imaginó a la esposa del mercader yaciendo adolorida en la cama y sintió pena por ella. 
Dijo  que se lo había dado una lavandera y que seguramente lo habría tejido ella misma.
_Tenga señor. Dele mi chal a su esposa.- Se lo quitó y se lo entregó al mercader.
-Bendito seas, amable muchacho.- El sorprendido mercader se lo agradeció efusivamente.-¿Aceptarías mi caballo en pago por tu chal?
Ghopal no quería un caballo, pero asintió con la cabeza y lo aceptó. Subió al caballos blanco, se sentó sobre la silla de terciopelo rojo y siguió su camino cantando:

-Si yo tuviera un bombo, un bombo, un gran bombo,
el corazón me haría bum, bum, bum
¡Tac dama dum dum!

Al lado del camino, a la sombra de unos limoneros, vio un ruidoso gentío reunido bajo un shimiana, un toldo rojo brillante sostenido por cuatro postes de bambú. ¡Se celebra una boda! Ghopal estaba ansioso por ver  a la novia.
 al acercarse sintio los fuertes olores del alcanfor y de la quema de madera de madera de sándalo. La bella novia estaba sentada y vestía un sari rojo adornado con guirnaldas de caléndula. Un tikka dorado, un adorno, coronaba su frente. Sus muñecas estaban cubiertas de brazaletes, y sus manos y pies lucían intrincados dibujos de henna. En un rincón ardía el pequeño fuego sagrado que los novios debían rodear mientras se prometían amor y respeto mutuos. Los bailarines representaban historias y los músicos tocaban muchos instrumentos, pero Ghopal sólo tenía ojos para los tambores. Su corazón suspiraba por uno.
 de improviso, un sacerdote con largo habito color azafrán se levantó para dirigirse a los asistentes.
-El novio se retrasa. ¡La posición de los astros va a a cambiar! habrá que cancelar la boda.
La novia se echó a llorar. Los invitados empezaron a murmurar:
-¿Qué podemos hacer?
Los tamborileros dejaron de tocar.
-¡Esperen! gritó Ghopal. Las cabezas se volvieron  para mirarle con atención-. Que la boda continúe; yo traigo al novio.
 Preguntó la dirección del joven y galopó como una centella.
Muy pronto regresó con el novio a la grupa. La novia quedó encantada.
-Amable muchacho, ¿cómo puedo recompensarte? ¿Ves algo que te guste?- le preguntó.
-Un tambor- dijo Ghopal de inmediato, mientras su corazón hacía bum.
 La novia sonrió.
-Pues tenemos muchos, muchos tambores- dijo, y pidió a los músicos que se los acercaran.
 Los había grandes y pequeños, duros y blandos, de todos los colores. la novia miró a Ghopal.
-Elije el que más te guste.
 A Ghopal se le iluminaron los ojos. Escogió  un gran bombo tan azul como el cielo. Le dio las gracias a la novia, montó en su caballo y allá que fue al mercado, traqueteo va, traqueteo viene, pensando que era el chico mas afortunado del mundo entero. Y todavía llevaba las pakoras en el bolsillo. Iba a venderlas, como había planeado. Y ahora que ya tenía el tambor, podría darle el dinero a su madre.
 El mercado era un hervidero de gente que vendía todo tipo de mercancías. Era ruidoso y oloroso.
Las avisapas y las moscas zumbaban. Ghopal gritaba:
-¡Pakoras! ¡Se venden pakoras !
No le oía nadie. Su voz se perdía entre el ajetreo y el bullicio. Se retiró avergonzado a un rincón. ¿Cómo podía lograr que la gente le hiciera caso? Empezó a tocar su tambor. Alternó la mano derecha con la izquierda y tocó cada vez más rápido. ¡Tac dam dum dum dum!
 Los golpes eran hipnotizadores y atraían a mucha gente; y la gente empozó a cantar y a bailar. Ghopal no tardó nada en vender sus pakoras.
 -Mmmm,muy sabrosas- decía la gente al comerlas.
Un hombre con un kurta bordado en oro se acercó a mirar.
-¿Cuánto vale ese tambor, chico?
-Lo siento, sahib. contestó Ghopal-.Mi tambor no está en venta.
Nunca se desprendería de él.
Al final del día Ghopal contó sus tintineantes monedas. Estaba deseando ver la cara de felicidad que pondría su madre. Recogió el tambor y montó en su caballo y, durante todo el camino a casa, fue cantando:

- Como tengo un bombo, un bombo, un gran bombo azul,
el corazón me hace bum, bum, bum.
¡Tac dama dum dum!
¡Tac dama dum dum!

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