Un día, un joven oso que estaba husmeando
entre los setos, descubrió un trozo de papel.
Lo observó con mucha atención. Olfateó sus
diminutos signos y después lo agarró entre los dientes y se lo llevó a su
cueva.
Los años iban pasando y el oso seguía
mirando fascinado aquel papel. Le parecía tan lejano y misterioso como la luna.
Una tarde de verano, el oso se alejó más
que de costumbre de su cueva. Siguió un olor que le llevó hasta un claro en el
bosque. Y allí descubrió unas cuantas cosas muy extrañas. Había una cabaña,
ropa de vivos colores tendida en una cuerda , y una mujer.
Escondido detrás de un grueso árbol, el oso
observó como la mujer se sentaba y abría un extraño objeto rectangular que
tenía entre las manos. A pesar de los maravillosos olores a tocino, café y pan
que salían de la cabaña y le
cosquilleaban la nariz, el oso no podía dejar de contemplar a la mujer,
intentando comprender qué estaba haciendo con el libro en sus manos.
Se sentía tranquilo al mirarla.
Cuando la mujer cerró el libro, el oso se
fue corriendo.
El oso regresó al día siguiente y todos los
días.
Consiguió acercarse a ella, y, oculto
detrás de un árbol, el oso miraba a hurtadillas, sacando sólo su gruesa cabeza.
Nunca había visto nada igual.
A veces, mientras miraba el libro, la mujer
reía a carcajadas.
Otras veces, lo soltaba y miraba a lo
lejos, pero al oso le parecía que no miraba nada.
Incluso había veces que parecía asustada y
agarraba el libro con fuerza. Y un día, cuando un rayo de sol se filtró entre
los árboles, el oso vio cómo dejaba el libro suavemente sobre su regazo y luego
cerraba los ojos.
Al atardecer, cuando la mujer entró en la
cabaña, el oso volvió con su andar pesado al bosque, hasta su cueva. En el
camino, oyó gritar a una urraca y levantó rápidamente la cabeza,creyendo por un
instante que era la risa de la mujer.
Una tarde ella no estaba sentada afuera.
Entonces, cautelosamente, moviendo la cabeza de un lado para otro, el oso se
aceró a sus cosas.
Con su gran para dio un golpe a la pila de
libros. Uno de ellos cayó al suelo boca abajo. lo empujó con el hocico y rascó
las tapas marrones con sus zarpas intentando darle la vuelta.
Finalmente logró meter una de sus garras
por debajo de la cubierta y el libro se abrió; pero al rozar el libro con el
hocico, lo volvió a cerrar, y el oso se echó bruscamente hacia atrás. Lo
intentó de nuevo y esta vez
el libro se mantuvo abierto. Dio dos pasos
torpes hacia delante y puso su enorme cabeza junto al libro.
Aquellas páginas estaban llenas de hileras
de diminutos signos, como los que había en el trozo de papel de su cueva. Se
los quedó mirando mientras inhalaba el olor del papel, del pegamento y de la
tinta, y el olor de la mujer.
No
la vio llegar detrás de él. Cuando finalmente la oyó, giró bruscamente la
cabeza.
Durante unos momentos, sus miradas se
cruzaron. El oso volvió a tocar el libro
con la pata y después huyó.
Al día siguiente, el oso vio la mujer
sentada en silla; tenía el libro de tapas marrones en su regazo. Estaba mirando
entre los árboles como si estuviera buscando algo. Cuando al fin lo vio,
sonrió.
-Ven.Ven aquí oso.
Al cabo de un ratito, el oso saló de detrás
de árbol y, muy despacio, avanzó unos pasos, balanceando su gran cabeza de un
lado a otro.
Cuando llegó cerca de ella- pero no tanto
como para no poder salir corriendo-, se echó al suelo y levantó la cabeza para mirarla.
Ella esperó un rato mas, y luego abrió el
libro con cuidado y empezó a hablar dulcemente:
"Erase una vez un marinero- leyó- que
estuvo recorriendo los mares durante muchos años antes de poder volver a
casa".
El oso la contemplaba mientras ella leía y
pasaba las páginas. No entendía nada de lo que ella decía, pero escuchando el
sonido de su voz, le inundaba una ola de felicidad.
Volvió día tras día, durante todo el
verano.
Cuando ella leía con voz temerosa que el
marinero se había perdido, el oso se sentía asustado. Cuando se reía de las
bromas que gastaba el marinero, el oso se sentía alegre. Cuando le hablaba del
amor del marinero, el oso levantaba la mirada hacia la mujer con ojos húmedos y
miraba cómo salían las palabras de sus labios.
Todas aquellas palabras hacían una
historia.
Una historia para su oso.
Siempre que ella leía, el oso sentía
misteriosas sensaciones que le llegaban con su voz.
A veces la voz era un murmullo y el oso se
sentía invadido por la paz; a veces se
animaba o parecía angustiada, entonces el pelo del oso se erizaba y se
le oía gruñir; y cuando el tono era cariñoso, levantaba la cabeza hacia ella y
contemplaba sus dedos que pasaban suavemente las páginas, una tras otra. Al
atardecer, cuando volvía a su cueva con su andar pesado, a menudo le
acompañaban estos sentimientos. A veces, en el murmullo de un arrollo creía
oírla de nuevo y se sentía muy feliz.
Una tarde, empezó a refrescar.
Ella dejó el libro, miró al oso y dijo:
-Me gustaría...¡Oh, me gustaría que
pudieras leer estos libros cuando ya no esté aquí en invierno!
Luego sonrió y el oso, viéndola sonreír,
sintió su corazón mas ligero.
Y ella empezó a leer de nuevo en voz alta.
Cuando volvió al día siguiente, el oso le
llevó el trozo de papel de su cueva, con
aquellos signos tan misteriosos. lo dejó caer cerca de sus libros.
-Oso- dijo. Entonces ya sabía que ella
usaba esta palabra para él, y levantó la cabeza-. Oso, ¿has traído esto para
mi?
Empezó a leer con su suave voz, como si
fuese un cuento que él le hubiese regalado.
Querida Elisa,
Tu carta nos ha alegrado mucho a tu padre y
a mi. A menudo te imaginamos en el bosque donde pasamos juntos el verano.
Recuerdo aquellos días en que recogíamos bayas y los dorados rayos del sol se
filtraban entre los árboles.
Cuando volvió la vez siguiente, las hojas
habían cambiado de color. Al dirigirse hacia la cabaña descubrió que algo había
cambiado también allí.
Ella no estaba en lugar habitual,
esperándole.
El oso se acercó, muy resuelto, balanceando
la cabeza de un lado para otro. Siguió caminando hasta donde había estado la
silla.
Allí, debajo del árbol donde ella solía sentarse, estaban sus libros. Habían muchos, mas de los que
nunca había visto, echados sobre una tela entre las piñas y las hojas caídas.
Ella se los había dejado junto con una hoja
de papel, como deseara que él pudiese leerla.
Para mi
Oso
El oso miró el regalo que le habían hecho.
Por el silencio que le rodeaba, comprendió
que ella se había ido.
luego, tan delicadamente como pudo, agarró
el libro de tapas marrones entre sus dientes, y se lo llevó.
Durante toda la tarde, estuvo haciendo y
deshaciendo el largo camino de la cueva a la cabaña a través del bosque-
llevando los libros con sus tapas verdes y rojas y negras, sus historias de
marinos y diosas y países lejanos-, mientras el riachuelo murmuraba y las
urracas gritaban.
Aquella noche, bajo la luna, que parecía
una página blanca en el cielo, el oso se acostó entre los libros de su amiga.
Finalmente se durmió.
Durante su sueño, oyó su voz, suave y
cercana. Le estaba contando una historia de aventuras, de magia, de amor.
Durante todo aquel invierno, antes de que
ella volviera en primavera, cada vez que ponía el hocico sobre las páginas o
que tocaba las cubiertas con sus patas, ella estaba allí...
Leyendo para él.
hermoso cuento que invita alos niños a soñar con la lectuta
ResponderEliminarPrecioso.....!!!!!
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