jueves, 24 de octubre de 2013

Epaminondas (por: Pepe Maestro / Mariona Cabassa)

Erase una vez
Una mamá negrita que un día tuvo un niño
y nada mas verlo exclamó:
- Este niño me ha salido bobo.
¡bobo, bobo y bobo!
Lo miró por arriba y por abajo,
lo miró del derecho y del revés...
y finalmente dijo:
-Mira, mi niño, vas a echar de menos muchas cosas en la vida,
vas a pasar un sinfín de calamidades, pero lo que nunca te va a faltar
es un buen nombre.

Fue directamente al calendario y buscó el nombre mas raro que pudo.
-Te llamarás... EPAMINONDAS.
El niño, recién nacido, abrió sorprendido los ojos y preguntó:
-¿Cómo?
Y la mamá volvió a repetirle:
-EPAMINONDAS.

EPAMINONDAS siempre vestía con un sombrerito
y unos tirantes, y caminaba con las piernas un poquito abiertas.
Tenía la suerte de que su madrina, cada vez que iba a visitarla, le hacía un regalo.
Uno de esos día, su madrina mostrándole un bizcocho, le advirtió:
- Mira EPAMINONDAS, lo que te he cocinado.
Agárralo bien fuerte, no se te vaya a caer por el camino.

Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo  pero muy obediente, agarró
aquel bizcocho y lo apretó tan fuerte, tan fuerte, que al llegar a casa, abrió
las manos y ...¡el bizcocho no estaba!
Se le había ido desmigando por el camino.
La madre, al verlo, le reprendió:
- Pero EPAMINONDAS, ¿Qué has hecho de la inteligencia que te dí?
el bizcocho te lo tienes que poner en la cabeza, colocar encima el sombrerito
e ir caminando muy despacito para que no se te caiga.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
-Si, mami!.

Al día siguiente, EPAMINONDAS fue de nuevo a casa de su madrina que lo estaba esperando:
- Buenos días, EPAMINONDAS. Vas a ver lo que te he hecho hoy: esta mañana
he madrugado, he ordeñado la vaca y te he preparado este apetitoso
trozo de mantequilla.
El niño iba a llevársela  cuando se acordó de las palabras de su madre.
Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo pero muy obediente, tomó
la mantequilla, se la puso en la cabeza, colocó encima el sombrerito y se fue andando muy despacito para que no se le cayera.

Resultó que ese día hacía un calor increíble.
EPAMINONDAS llegó a su casa y, al quitarse el sombrero, la mantequilla ya no estaba en la cabeza, ¡estaba  derretida por todo su cuerpo!
La madre, al verlo, lo reprendió:
-Pero EPAMINONDAS, ¿qué has hecho de la inteligencia que te he dì?
La mantequilla la tienes que envolver en hojitas de parra y, después, debes meterla en todos los charquitos y fuentes que encuentres para que no se derrita.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
¡ Si, mami!.

Al día siguiente, volvió a casa de la madrina que, esta vez, le regaló al niño un perrito.
A EPAMINONDAS, que siempre había soñado con tener uno, le encantó el regalo.
Iba a llevárselo, cuando se acordó de las palabras de su madre.
Y EPAMINONDAS, que era un poquito bobo pero muy obediente, sostuvo al perro,lo envolvió
en hojitas de parra y lo fue sumergiendo en todos los charcos y las fuentes que encontró...
Para que no se derritiera.

Al llegar a casa, el pobre perrito estaba tiritando.
La madre, después de secar al pobre animal.
Lo reprendió:
-Pero EPAMINONDAS, ¿Qué has hecho de la inteligencia que ti?
A los perritos les tienes que poner una cuerdecita en el cuello y guiarlos con mucho cuidado para que no se ahoguen.
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó.
-¡Si, Mami!

Al día siguiente, cuando la madrina le ofreció una hoganza de pan,EPAMINONDAS la agarró,
le puso una cuerdecita y a fue arrastrando con mucho cuidado, para que no se ahogara.
Al llegar a casa, el pan estaba en un estado lamentable.
La madre, al verlo, se le acercó gritando:
-Pero, EPAMINONDAS, ¿qué has hecho de la inteligencia que te di? ¿Sabes què te digo?
¡Que ya no irás más a la casa de tu madrina!
¡A partir de ahora iré yo y tu te quedarás aqui.
En casita, esperando!
EPAMINONDAS, mirando muy seriamente a su madre, le contestó:
-¡Si, mami!.

Al día siguiente, la madre  lo previno:
-Mira EPAMINONDAS, voy a ir a la casa de tu madrina.
Si sales por cualquier motivo, cuídate mucho de pisar las magdalenas
que he dejado en la entrada para que le dé el aire.
EPAMINONDAS se quedó en su casa cazando moscas. Y cuando uno caza moscas  tarde o temprano, le entran las ganas de hacer pipí.
Así que salió al campo para hacerlo y vio frente a la puerta las magdalenas.

El niño se acoró de la frase de su madre:
" Cuidate mucho de pisar las magdalenas".
Y EPAMINONDAS, cuidándose mucho, pisó todas y cada una de las magdalenas
que había en la entrada.
Cuando la madre llegó, no sabemos muy bien lo que le dijo, pero fuera lo que
fuese, seguro que EPAMINONDAS contestó:
-¡ Si, mami!.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado




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