Rosa Blanca vivía en una pequeña ciudad de Alemania.
Sus calles eran estrechas, con fuentes antiguas y casas altas,
sobre cuyos tejados iban a posarse las palomas.
Un día, aparecieron los primeros camiones y muchos hombres
se subieron a ellos. Llevaban uniformes y saludaban.
El alcalde Schroeder pronunció un discurso. Por todas partes
colgaban banderas de colores y los niños saludaban.
Por delante de las ventanas de la escuela,
pasaron muchos camiones. En ellos iban soldados
que nunca habían estado en la ciudad.
Sus caras eran risueñas.
Después llegaron tanques. Sus cadenas hacían
brotar chispas de los adoquines, metían mucho
ruido y olían a grasa.
A veces daba la impresión de que nada había
cambiado, pero, cada mañana, la madre le
advertía a Rosa Blanca que tuviera cuidado al
cruzar la calle. Los camiones de los soldados
tenían prisa.
Rosa Blanca le gustaba pasear a la orilla del río.
Observaba las ramas que arrastraba la
corriente y los viejos juguetes rotos que, a veces,
flotaban en el agua. Le gustaba el color del río
y ver el cielo en él.
Cada vez venían mas camiones. Los niños se
quedaban en la entrada de sus casas para verlos pasar.
Sin embargo, no se sabía adónde iban.
Se creía que al otro lado del río y que volvían vacíos.
Un día, un camión se quedó parado.
los soldados tuvieron que arreglar el motor.
De pronto, un niño saltó del camión e intentó escapar.
Pero el alcalde Schroeder estaba allí, en medio de la calle.
Agarró al niño por los hombros y lo arrastró
hacia el camión. El alcalde sonrió amistosamente a
los soldados, que le dieron las gracias.
Los soldados llevaron al niño de nuevo al
camión, subieron y continuaron el viaje.
Un hombre de uniforme negro invitó al alcalde
Schroeder a subir en su coche. Todo había
sucedido muy rápido.
Rosa Blanca quería saber dónde llevaban los
soldados al niño. Siguió a los camiones, había
mucha gente en la calle, como cualquier día
después de la escuela. Los niños jugaban, había
gente en bicicleta y campesinos en tractores.
Pero Rosa Blanca no se fijaba en la gente y nadie vio
cómo ella seguía el camión por la acera.
Tuvo que andar mucho.Salió de la ciudad.
Atravesando campos, llegó a un bosque.
El cielo estaba gris, el paisaje helado.
A veces, echaba a correr.
Siguió las huellas de las ruedas en el bosque y
llegó a un claro.
Se detuvo delante de una alambrada eléctrica.
Detrás había niños, inmóviles como muñecos.
Rosa Blanca no conocía a ninguno. Un niño muy
pequeño dijo que tenía hambre.
Rosa Blanca tenía todavía el resto de un
bocadillo. Con cuidado, lo pasó por entre la
alambrada. El sol se ocultaba tras las colinas.
Hacía viento. Rosa Blanca sintió frío.
Pasaron semanas. Fue un frío, pálido invierno.
La madre de Rosa Blanca se asombraba del
apetito de su hija, que llevaba a la escuela más de
lo que podía comer en casa: bocadillos,
mermelada y manzana.
Sin embargo Rosa Blanca estaba cada vez mas delgada.
Entre toda la gente de la ciudad, el único que seguía estando gordo
era el alcalde Schroeder, que continuaba pronunciando largos discursos.
Pero la gente ya no era tan amable y, desconfiados,
se vigilaban unos a otros.
Rosa Blanca ocultaba la comida en la cartera del colegio
y tenía mucha prisa de salir de la escuela.
Ahora ya conocía el camino de memoria.
En los barracones de madera, tras la alambrada, había
cada vez mas niños. Su aspecto era cada vez más
demacrado y hambriento. muchos de ellos, sobre
la ropa, llevaban un estrella.
cuando empezó a derretirse la nieve y los
caminos se llenaron de fango, volvieron a pasar
por la ciudad muchos camiones. Casi siempre
circulaban de noche y esta vez en el otro sentido:
se alejaban del río. No llevaban luces ni marcas se
paraban. Los soldados parecían muy cansados.
De pronto una mañana, toda la ciudad se puso
en movimiento. La gente había empaquetado
cuando podía llevarse. El alcalde Schroeder ya no
hacía discursos, tampoco llevaba uniforme. Tenía prisa.
También había soldados entre la gente. Nadie
parecía fijarse en ellos. Muchos cojeaban
y estaban heridos. Pedían agua.
ese día desapareció Rosa Blanca. Había ido de
nuevo al bosque.
En la niebla, era difícil encontrar el camino.
Rosa Blanca saltaba por encima de los charcos
para no manchar sus zapatos. En medio del
bosque, el claro había cambiado. Los barracones
de madera habían desaparecido y estaba destruida
la alambrada. Rosa Blanca dejó caer el bolso con
la comida. Se quedó quieta, en silencio.
Se movieron sombras entre los árboles. Eran
soldados. Apenas se los distinguía. Para ellos, el
enemigo estaba en todas partes. De pronto, sonó
un disparo.
En ese momento, otros soldados llegaban a la
ciudad. Sus camiones y sus tanques olían igual y
hacían el mismo ruido, pero sus uniformes eran de
un color diferente y hablaban en un idioma
desconocido. Con los soldados regresaron personas
que habían desaparecido de la ciudad años atrás.
La madre de Rosa Blanca esperó mucho tiempo
a su pequeña hija. En el bosque, los árboles
comenzaron a retoñar, las flores se abrían en el
claro y, poco a poco, ocultaron los
restos de la alambrada.
Había llegado la primavera.
Esta historia la leí cuando tenia 8 años , ahora tengo 17 y todavía me gusta. :D
ResponderEliminarahora tienes 19
EliminarAhora tienes 20 😁😁
Eliminarahora tienes 22 :D
EliminarBellisisma!!!
ResponderEliminarFacinante
ResponderEliminarMaravillosa
ResponderEliminarEsta historia la leí cuando tenía como 7 años ,ahora tengo 29 y me gusta .
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