lunes, 28 de octubre de 2013

Abuelos (Por: Chema Heras / Rosa Osuna)

Una tarde de primavera
estaba el abuelo trabajando la huerta
cuando vio llegar un coche que anunciaba:

¡Esta noche habrá fiesta en la plaza del pueblo!
¡Venid todos a bailar con los mejores músicos del país!

-¿Has oído, Manuela?
¡Esta noche tenemos baile!
-Si, Manuel, pero yo no voy.
 Ya no soy una niña
para andar de fiesta en fiesta.

El abuelo no dijo nada.
Miró al sol,
que estaba a punto de esconderse en el horizonte,
y se agachó a por una margarita
que crecía entre la hierba.
Después se fue donde estaba la abuela,
le dio la flor y le dijo:
-Pero tú eres muy bonita, Manuela.
¡Eres tan bonita como el sol!

La abuela sonrió y fue a mirarse al espejo.
-Eso no es verdad. Yo soy fea como una gallina sin plumas
-dijo ella, prendiéndose la margarita  en el pelo.

-¡No digas eso, mujer!
Tú eres tan bonita como el sol.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela fue al baño y, de una bolsa, sacó un lápiz.
-¿Qué vas a hacer con ese lápiz?- preguntó el abuelo.
-Voy a pintarme los ojos,
que los tengo tristes como una noche sin luna.
-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol,
con tus ojos tristes como las estrellas de la noche.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela sonrió y sacó un pincel.
-¿Qué vas a hacer con ese pincel?
-Voy a pintarme las pestañas,
que las tengo cortas como las patas de una mosca.

-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol
con tus ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela volvió a sonreír y, de la estantería, sacó un bote.
-¿Qué vas a hacer con ese bote?
-Voy a ponerme crema en la piel,
que la tengo arrugada
como higo seco.

-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol
con tus ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada,
y tu piel arrugada
como nueces de una tarta.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela volvió a sonreír,
dejó el bote y sacó una barra de labios.
-¿Qué vas a hacer con esa barra?
-voy a dar brillo a mis labios,
que los tengo secos como la tierra de los caminos.

-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol
con tus ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada,
y tu piel arrugada
como nueces de una tarta,
y tus labios secos como la arena del desierto.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela sonrió,
fue a la mesilla de noche
y sacó un frasco del cajón.
-¿Qué vas a hacer con ese frasco?
-Voy a teñirme el pelo,
que lo tengo gris como una nube de otoño.

-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol
con tus ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada,
y tu piel arrugada
como nueces de una tarta,
y tus labios secos como la arena del desierto,
y tu pelo blanco como nube de verano.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela sonrió y sacó una falda.
-¿Qué vas a hacer con esa falda?
- Voy a esconder estas piernas,
que las tengo flaquitas como agujas de calcetar.

-¡No digas eso, mujer! Tú eres tan bonita como el sol
con tus ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada,
y tu piel arrugada
como nueces de una tarta,
y tus labios secos como la arena del desierto,
y tu pelo blanco como nube de verano,
y tus piernas flaquitas como las de una golondrina.

¡Y haz el favor de apurarte, que tenemos que ir a bailar!

La abuela colgó la falda, y se fue a lavar la cara
y sonrió delante del espejo.
Después se agarró del brazo del abuelo y los dos se fueron hacia el baile.
Cuando llegaron, los músicos ya estaban tocando en el palco
y todo el mundo estaba bailando.
El abuelo tomó a la abuela por la cintura y se pusieron a bailar.
después miró profundamente a los ojos de la abuela y dijo:
-Manuela,
tienes los ojos tristes y hermosos
como las estrellas de la noche.

Entonces, la abuela
miró dentro en los ojos del abuelo,
y vio que también él tenía ...
los ojos tristes como estrellas de la noche,
y tus pestañas cortas como hierbas recién segada,
y tu piel arrugada
como nueces de una tarta,
y tus labios secos como la arena del desierto,
y tu pelo blanco como nube de verano,
y tus piernas flaquitas como las de una golondrina.
La abuela se agachó a por una margarita,
la prendió en el chaleco del abuelo
y se acurrucó en su pecho.
Después miró al cielo,
volvió a mirar a los ojos del abuelo
y, sin dejar de bailar, le dijo:
-Manuel eres tan bonito como la luna!












7 comentarios:

  1. GRACIAS!!!!! Me encantó leer Abuelos, algún día se lo leeré a mi linda nieta.

    ResponderEliminar
  2. GRACIAS!!!!! Me encantó leer Abuelos, algún día se lo leeré a mi linda nieta.

    ResponderEliminar
  3. Es lindo...todos somos hermosas y hermosos cuando somos mirados con amor

    ResponderEliminar
  4. GRAAAAAAAAAAACIAS....TANTO TIEMPO BUSCANDO EL LIBRO..DESPUES DE MUCHOS AÑOS DE HABERLO TENIDO EN MIS MANOS...SE QUEDO LEJOS EN OTRO PAIS.. Y AHORA PODER LEERLO... BELLO SUBLIME HERMOOSO.

    ResponderEliminar
  5. Precioso cuento. Lo leo con mis sobrinos, a los que quiero muchísimo, y les encanta!!! :)
    Gracias

    ResponderEliminar